martes, 29 de diciembre de 2020

El pecado (perspectiva cuántica)

 



Padre, perdóname porque he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión…”

Con esta oración suele comenzar el acto de confesión católico, luego se detalla al sacerdote la forma en que el creyente piensa que ha pecado mientras aguarda por la penitencia y la absolución que “disolverá sus pecados”

No somos seres perfectos, pero si perceptibles! Y esta cualidad de mejora constante pasa por la capacidad de comprender que ninguna acción que ejecutamos (o que no ejecutamos) incluyendo, el pensar y el hablar, deja de tener consecuencias en nosotros mismos y en nuestros semejantes, aún aquellos que ni siquiera conocemos o estén separados por kilómetros de distancia nuestro.

Desde el punto de vista cuántico (subatómico) pecar no es más que utilizar y dirigir incorrectamente (nótese que no coloco “negativamente” o “malamente”) el inmenso regalo de energía cósmica con el que nos dota el Universo cada día.

Cuando contribuimos a la vergüenza o corrupción de otras personas por comodidad, temporal conveniencia, apatía o indiferencia, estamos “pecando por omisión”. Cuando deseamos el mal a otros, envidiamos, juzgamos o enjuiciamos lo hacemos de “pensamiento”. Si esparcimos chismes o murmuraciones o le prestamos atención a quien los esparce, maldecimos o nos quejamos entonces se trata de un “pecado de palabra” y por supuesto si actuamos voluntaria o inconscientemente de forma no ecológica causando daño a cualquier manifestación de vida del planeta, estamos “pecando de acción”

En todas estas variantes de “pecado” lo que hemos estado haciendo es utilizar incorrectamente nuestra energía, al no dirigirla hacia una finalidad que contribuya con la mejora del mundo (el nuestro y el ajeno). Vivimos y coexistimos en una realidad dimensional regida por los principios de la physis y la psiquis, ósea bajo leyes físicas y espirituales, dentro de las cuales se encuentra la famosa “ley de causa y efecto” o “karma” como se ha vuelto popular conocerla.

De allí que el pecado, más allá de su connotación moral, ética o religiosa (concepto de bien o mal), es experimentar en el laboratorio de la vida con un inmenso poder para el cual no nos hemos preparado para manipular; nuestra propia energía!

Practicar la “impecabilidad” en nuestra forma de pensar, hablar y actuar nos permite, mediante nuestra cualidad de perfectibilidad, lograr una mejora sistemática desde nuestra esencia básica que termina por influenciar benéficamente en lo externo todo nuestro entorno.

Hagamos un correcto uso de nuestra energía y eso bastará para “alejarnos del pecado”

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